La manzana roja volvió a su canasta, brilla, brilla
intensamente opacando a las verdes
De repente, una anciana
colorada las arroja con furia a las baldosas descuidadas,
Arruinando su brillo,
provocando fisuras, el líquido dulce se esparce lentamente
Varias moscas se amontonan deseosas, lavando sus patas como
un majo ritual,
Celebran el banquete y recorren los cuartos proporcionando rastros
de la fruta que
tranquilamente se iba destruyendo.
Fotografías en exceso, adornos y decoraciones que parecen
necesarios,
¿Querer moldear un cuerpo con la figura de lo opuesto?
Esqueletos andantes, glorias sin luz y sin sombra, hoy se observan en pasajes,
Premura de respuestas
llamando a la inmediatez, intercambios de siglos en segundos,
Rostros alados, espíritus cerrados, manifiesto de agonías
que convidan sin potencia,
Indicando hacía el mañana hecatombes en destierros, el
abecedario de mentiras
Permanecerá en la vida de todo aquel que lo quiera reiterar.
Es el reloj de madera que en su lento vaivén oculta el peso
de unas huellas,
En la envoltura de chocolates exquisitos, derruidos por efectos del tiempo,
Negando su destino a bocas hambrientas, ansiosas por mitigar
el suplicio,
Y el cabello lentamente va cayendo, dejando rastros de lo añejo,
De los lugares transitados, luces de vehículos en la autopista
irradiaron las noches
Acompañadas de faroles imponentes que se observan a
distancia,
Así somos los hombres, eternos observadores
discrepados, con brillos homólogos
Que se funden en la ambición por competir y derrotar, deseo
eterno y congelado
En la mente del llamado progresista, ser supremo, sol en el
desierto.
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